Cuentos con Valores para una Cultura de Paz


PRÓLOGO

En el siguiente cuento de género se llevarán a cabo un sinnúmero de problemas que una valiente familia tendrá que enfrentar.


Las primeras hojas tratan de introducir brevemente la historia, con las descripciones de cada uno de los personajes.

Su desarrollo se basa en la aparición de un fenómeno catastrófico que causa la separación momentánea de ésta familia pero, de todos modos lucha por permanecer unida hasta el final.

Este cuento nos motiva a practicar los valores de la unidad familiar, la valentía, y la autoconfianza, en cualquier circunstancia o adversidad que se nos presente en la vida.


Espero que disfruten leer esta bonita historia y que les deje una enseñanza.

Georgina L. Carvajal R.
Centro Educativo San Pedro Apóstol 







CATÁSTROFE

En el mes de Julio del año 2004, mis padres (Bob Carrasco e Ivanna Gil) nos dieron la increíble noticia a mis hermanos y a mí de que nos íbamos de viaje a Miami, Florida, por siete días de vacaciones.

Mi papá (Bob), un hombre buenmozo de 37 años, se destacaba por ser muy ejemplar y por su preocupación para el bienestar de su familia.

Mi mamá (Ivanna), de 36 años. Su personalidad y forma de ser era única, al igual que las deliciosas recetas que preparaba. Se caracterizaba por su generosidad y solidaridad con las personas.

Charlie era mi hermano de 8 años. Muy estudioso y comprensivo, aunque a veces muy curioso.

Luisa, mi hermana más pequeña, tenía 6 años. Era muy extrovertida y siempre llevaba consigo una sonrisa dibujada en su rostro.

Yo (Jessica) era la mayor de mis hermanos y tenía 11 años. Me encantaba dibujar en mi tiempo libre y mi principal cualidad era la sinceridad. Tengo que admitir que era muy tímida con las personas.

Éramos una modesta y unida familia colombiana residente de la ciudad de Bogotá, Colombia.

Llegó el día del viaje, 06 de julio de 2004, y estábamos empacando todas nuestras maletas. Nos tardamos unos 12 kilómetros recorriendo las calles de la ciudad, hasta que al fin llegamos al aeropuerto, llamado ´´Aeropuerto Internacional El Dorado´´

Yo



Tuvimos una larga espera en el aeropuerto y estaba muerta de nervios porque apenas iba a ser mi primera vez en un avión, al igual que mis hermanos. Sin embargo, mis padres ya habían viajado antes.



El avión

Llegó la hora de subirnos al avión. A mis hermanos y a mí nos tocaron tres asientos que estaban situados delante de donde se encontraban sentados mis padres. Todo era tan cómodo, y en frente teníamos unas pequeñas pantallas para ver cualquier serie o película.

Cuando el avión comenzó a despegar sentía como si el alma se me iba, y el corazón se me desplomaba lentamente; me sentía flotando entre las nubes. Todo empeoró cuando sentimos las fuertes turbulencias, pero mantuve la calma. Luisa y yo nos quedamos viendo una película llamada ´´El Titánic´´, mientras que Charlie dormía. Estaba muy interesante, pero caímos en un inmenso sueño y no pudimos terminar de verla. 







Tuvimos un largo descanso hasta que mis padres nos dijeron: ¡Despierten chicos!, estamos aterrizando. Lo primero que hice fue abrir los ojos y mirar en una de las pequeñas ventanillas del avión las blancas nubes que parecían tener una textura muy suave, como un dulce algodón.

También pude observar el precioso cielo azul que hacía contraste con las turquesas aguas del océano.

Cuando nos tocó bajar del avión, pensé: ´´ Uff!! Estas largas horas no fueron echadas al vacío´´. Unos minutos más tarde, fuimos a recoger nuestras maletas y salimos del aeropuerto de Miami ´´Aeropuerto Internacional de Miami´´.

Después de haber recorrido unos instantes por las cálidas calles de Miami, nos dirigimos al hotel donde nos íbamos a hospedar. Pero nos dimos cuenta de que nos perdimos en el camino. Mi papá conducía un pequeño auto blanco alquilado que se movía lentamente, y de un momento a otro llegó a su fin y se detuvo en medio de la carretera. Así que decidimos buscar ayuda y le empezamos a preguntar a todo el que pasaba de nuestro lado la dirección del hotel ´´Great Hotel Sea Villas´´ en español, ´´Gran Hotel Villas Del Mar´´, pero nadie sabía.

Hasta que al fin apareció alguien con disposición de ayudarnos, y nos preguntó: ¡¿Qué hacen ahí detenidos en medio de la carretera?!

-Mi papá: Tenemos unos problemitas, andamos perdidos con este carrito dañado.
-Desconocido: Mm. Ya veo. Mi nombre es Omar, gusto en conocerte
- Mi papá: - Soy Bob, un placer. Ésta es mi familia, te la presento…

Después, todos nos conocimos y entramos en confianza con Omar, y éste le pregunta a mi papá:

-Omar: Bueno, ¿Hacia dónde quieres ir Bob?

Mi papá: -Hacia el hotel ´´Gran Hotel Villas Del Mar´´ ¿Lo conoces?

-Omar: Pero claro que lo conozco!!Ya he ido dos veces y es fenomenal. Se los recomiendo.

-Mi papá:¡WOW! ¿Hablas en serio? ¡Pura casualidad!

-Omar: Si, asombroso, ¿cierto? Salgan todos de ese carro y marchémonos de aquí en mi camioneta!

Eso hicimos, así que sacamos todas las maletas del baúl y nos subimos a la camioneta de Omar. (Por cierto, dejamos el carrito en el mismo lugar y nos fuimos).

El hotel no está muy lejos de aquí, está a unos 5 kilómetros, así que no se preocupen, ya casi llegamos: -Eso nos dijo Omar mientras conducía calmadamente su camioneta. Duramos un ratito recorriendo la carretera hasta que al fin llegamos al hotel. Retiramos todas nuestras maletas y le dimos las gracias a Omar por habernos llevado.

-Mi papá: - No te imaginas cuánto te agradezco esto. Me has hecho un gran favor, infinitas gracias. Ojalá podamos volver a verte.
-Mi mamá: - Eso pensamos todos, ¿Verdad niños?

-Mis hermanos y yo: - Si!! Muchas gracias por la ayuda.

-Omar: No fue nada. Gracias a ustedes por confiar en mí.

Ahí acabó nuestra plática con Omar. Desde ese momento empezamos la aventura e ingresamos al hotel. Lo primero que vi fue un gran letrero con cinco estrellitas de color amarillo, lo que significaba ser un hotel de cinco estrellas.

Luego nos dirigimos a la sala de recepción. Había un gran sofá, y nos sentamos mientras papá pagaba y reservaba nuestra habitación. El hotel ofrecía una maravillosa vista a la bahía, con su playa privada, un campo de golf, tres gimnasios, un jacuzzi, seis restaurantes, servicios de masaje, club nocturno, entre otros.





Al día siguiente, nos dirigimos a un restaurante a desayunar unos ricos panqueques con jalea de fresa y un batido de banana. Después, reposamos un poco para digerir bien la comida y mi papá nos sugirió ir a darnos un baño en la playa; nos fuimos y me quedé en la orilla de la costa para meditar. Papá fue en busca de unos salvavidas para mis hermanos, ya que no sabían nadar. 

Se podía sentir un ambiente muy placentero y acogedor. Las olas arropaban ligeramente toda la costa. Todo estaba muy calmado, y mi mamá ayudaba a mis hermanos a construir un castillo de arena. Mi papá aún no regresaba. El castillo de arena estaba casi listo, solo le faltaba una foto para recuerdos, así que mi mamá decidió ir a buscar su cámara y me dijo: Hija, vuelvo ahora mismo, quédate aquí con tus hermanos. Asentí con la cabeza y le dije que no se tardara. Mi mamá estaba caminando rumbo a nuestra habitación a buscar la cámara. Cuando volteé a ver, y ya mi mamá venía con la cámara. Se sentó y le tomó varias fotos al castillo, y después a nosotros.


Cuando mi papá venía con los salvavidas, de repente sentimos un pequeño temblor y las olas dejaron de arropar la arena. Todo el mundo quedó sorprendido de aquel fenómeno. Luego, todo el mar se recogió y formó una sola ola arrasando con todo lo que se encontrase en frente. Estábamos entre la espada y la pared.



Mi mamá fue arrastrada por el mar, y mi papá no volvió a aparecer por un largo tiempo. Estaba impactada, no sabía cómo reaccionar a aquel suceso. La gran ola alcanzó la altura del hotel de 6 pisos y cubrió toda la superficie de una manera muy violenta. Cuando miraba hacia arriba, sólo veía agua, mucha agua. Grité lo más fuerte que pude, como nunca lo había hecho en mi vida. Estábamos alborotados; gritando vueltos locos, buscando a nuestros familiares. Estaba agarrada de mis hermanos para no perderlos.

Todo era un total desastre, y los peces estaban esparcidos en la arena, todos los restaurantes resultaron ser destruidos, e incluso había personas muy heridas o muertas. Sin embargo, nunca perdí la esperanza de encontrar a mis padres. Sentía una profunda herida que se abría en lo más profundo de mis entrañas. Aunque recordé no estar sola, estaba junto a mis hermanos, lo que me dio más fuerzas para seguir buscando a mis padres.

Gritábamos juntos: ¡Papá!, ¡Mamá! ¿Dónde están? Por favor, ¡Dennos una señal para saber que están bien! Cuando escuché a lo lejos a mis padres gritar fuerte: ¡Aquí estamos! ¡Niños, vengan hacia nosotros!! Estamos bien! Sentimos un inmenso alivio al escuchar a nuestros padres, y corrimos tan veloces como un lobo, con grata alegría, mientras más nos acercábamos, más cerca se escuchaba su voz.

Hasta que al fin pudimos ver a nuestros padres, agarrados fuertemente de una palmera. Cuando ellos nos vieron lloraron de emoción al saber que mis hermanos y yo estábamos bien.

-Papá: Dios mío!! Qué susto nos han dado!
-Mamá: Niños, esto es un milagro! No puedo creerlo!

-Yo: Cuánto los extrañamos! No podría pensar vivir sin ustedes. Seríamos como ovejas sin pastor, pero gracias a Dios que pudimos volver a estar juntos.

-Charlie: Nuestro esfuerzo valió la pena, los quiero mucho.

-Mis padres: Oh! Qué lindos, pensamos lo mismo de ustedes, son nuestro tesoro. ¡Qué felicidad vernos nuevamente!

Tuvimos un reencuentro muy emotivo, y nos abrazamos muy fuerte como una verdadera familia. Estábamos todos a salvo, heridos pero unidos… en las saladas aguas de la mar.


FIN.





DESAPARECIDO.






Prologo

En este cuento de suspenso, el protagonista, Samuel Ramírez, intenta resolver un caso de desaparición de un pequeño llamado Michael Méndez. Samuel es un hombre de 32 años como cualquier otro, con su esposa, un hijo de 7 años y ejerce como detective. Un día, recibe información de parte de su hijo que le hace sospechar de una posible desaparición, y aquí es donde empieza el misterio que caracteriza a este relato.

En este cuento aprenderemos a apreciar la familia y el amor que nos brinda, ya que por más que peleemos, por más que tengamos desacuerdos, el amor familiar es aquel que nunca nos abandona.


Desaparecido.

Ahí se encontraba él, sentado en su oficina, un lugar pequeño, con apenas un par de sillas sencillas; usualmente ocupadas por algunos de sus compañeros, y un escritorio con computadoras encima. Portando, como es usual, su uniforme de detective negro, con su pelo castaño oculto bajo su gorra.






       — ¡Buenos días, Sam! — Lo saludó un compañero.

       — Buen día. — Respondió él, desganado. Hace tiempo que no tenía un caso qué resolver.

            Samuel Ramírez, ese era su nombre. Un hombre de 32 años, casado, y con un hijo de 7 años.              No suele ser muy expresivo, ni siquiera con su esposa.

       — ¡Ey, Sam! Ya es tu hora libre. — Le informó un superior.

       —Gracias, señor. — Le contestó.


           Sam se levantó de su asiento. Salió del departamento de policía y se dirigió a la escuela de su             hijo. Al llegar, se paró fuera del estacionamiento a esperar que sonara la campana que indicaba            el final de las clases.







              — ¡Papi! — Le dijo un pequeño, corriendo hacia él. Al llegar, lo abrazó y Sam acarició los                       rizos dorados de aquel niño.






     — ¿Cómo estás, Marco? — Le preguntó Sam con una sonrisa, aquel niño era su luz.
    
     — ¡Bien! — Dijo Marco con su voz aguda y ojos tiernos.

     — Bueno, vamos a casa, hombrecito. — Le dijo Sam. Y empezaron a andar.

     — Papi, en mi salón, hay un niño que no asiste desde hace tres meses. Le pregunté a la maestra,              pero dijo que no sabe nada. — Le contó.

     — ¿En serio? ¿Cómo se llama ese niño? – Le preguntó, interesado.

     — Se llama Michael… — Marco se puso la mano en la barbilla, intentando recordar su apellido.       
     — Michael Méndez. —

     — Ya veo. — Dijo su padre, pensativo. — Bueno, ya llegamos. Compórtate con la niñera, Marco. 
           Hoy mamá tiene horas extras y no podrá quedarse contigo. — Dijo, abrazándolo.

      — Sí. — Dijo Marco, despidiendo a su padre con su pequeña mano.

Sam empezó a caminar de vuelta al departamento, esta vez pensando en aquel niño que no aparece, mientras observaba el paisaje. El sol estaba en lo más alto, puesto que eran las 12 del mediodía, y el calor era insoportable. En aquella ciudad casi no había edificios, y la vegetación predominaba, llenando el paisaje de un hermoso color verde.





‘‘Un niño desaparecido… ¿podría ser un nuevo caso?’’ Pensó Sam, mientras entraba por la puerta principal del departamento, para dirigirse a su oficina. Una vez de vuelta en su oficina, se sentó y tomó un papel, donde anotó lo poco que conocía del niño: ‘Michael Méndez, tres meses de desaparecido… es muy poca información. ’’ Pensó Sam, frustrado. ‘‘Podría pedirle ayuda a Marco. ’’ Se le ocurrió. Y esperó al final del día.

A la mañana siguiente, Sam se encontraba despidiendo a su hijo y esposa en la puerta de la casa.
— Hasta luego, cariño. — Dijo Sam, besando la mejilla de su mujer. Ella era de estatura promedio, con el pelo rubio, rizo y corto hasta el hombro, con unos ojos verdes cual esmeralda. Su nombre era Lillian.

    — Marco, tengo algo qué pedirte. — Le susurró Sam, agachándose hasta llegar a su altura. — Necesito que revises la silla de Michael, por si tiene algún cuaderno que me lo traigas. Que nadie te vea haciéndolo. —
El pequeño asintió, algo confundido, pero sin cuestionar aquella orden.

     — Gracias. — Dijo Sam, levantándose. — Me voy, adiós.—
Una vez en su oficina, Sam esperó ansioso su hora libre para ver a su hijo. Cuando por fin llegó la persona de siempre a avisarle. Fue a la escuela de su hijo más rápido que de costumbre. Y se calmó al verlo salir por la puerta principal. Lo abrazó y se separó para hablarle.

   — Y, ¿qué tal? — Le preguntó Sam.

   — Bueno, encontré esto. — Dijo, y le mostró un cuaderno con una portada de autos.


   — ¡Bien hecho! — Le acarició la cabeza y Marco sonrió, orgulloso de sí mismo.


Sam, una vez dejó a Marco en su casa, volvió a su oficina, se sentó en su escritorio y revisó el cuaderno. Observó que en la primera página ponía una dirección, acompañada de la frase ‘‘En caso de que se pierda’’ y una foto de un niño pequeño.






Anotó la dirección en la hoja con los datos de Michael, y se propuso visitar aquel lugar cuando tuviese tiempo.

   — Debería informarle a mi jefe sobre esto. — Dijo para sí mismo, y se levantó, dirigiéndose a la oficina de su superior.

   — Señor, tengo algo qué consultarle. — Dijo Sam, entrando a la oficina de su jefe. — Aún no es seguro, pero creo que ha desaparecido un niño. — Y le pasó la hoja con la información.

    — Bueno, te doy mi permiso para continuar con la investigación. — Dijo, luego de leer la hoja. —Oficialmente hemos abierto el caso 007. — Y firmó en una esquina de la hoja.

‘‘¡A trabajar se ha dicho!’


Sam salió de camino, dispuesto a visitar la casa de Michael. Aquella dirección lo llevó a lo que parecía ser un barrio de gente adinerada. Las casas eran un poco más grandes de lo normal, tenían jardines conformados por macetas en las aceras, y estaban pintadas de colores pastel; era como una maqueta.





Finalmente, encontró una casa que coincidía con la dirección. No era muy diferente a las demás. Se acercó a la entrada y tocó el timbre.
La puerta se abrió, y detrás de ella había una mujer pelirroja, que parecía llevar muchas capas de maquillaje en el rostro.

     — Buenas tardes. — Saludó Sam.

     —Buenas. — Dijo aquella mujer. — ¿Un policía? ¿Qué quiere? — Puso una cara de desagrado.

     — Bueno, ¿es esta la casa de los Méndez? — Preguntó Sam, revisando nuevamente la hoja con la dirección.

     — Sí. — Respondió secamente la mujer.

     — Bien. Yo soy el detective Samuel Ramírez. — Dijo, y le mostró su insignia. — Puede parecer extremo, pero, ¿qué ha pasado con su hijo en estos tres meses? —

    — Él y mi esposo han desaparecido. — Dijo sonriendo amargamente. — Fue a buscar a Michael a la escuela y no volvió. —

    — ¿Por qué no lo había reportado antes? — Preguntó Sam. Anotando la nueva información.

    — Ellos eran una molestia, me alegro de que ya no estén. — La mujer cruzó los brazos, y Sam intentó esconder su asombro ante aquella respuesta.

    — ¿Me podría decir su nombre y el de su esposo? —

    — Mi nombre es Anabel Clark. El suyo es Francis Méndez. — Dijo, ya harta de las preguntas.

    — Mi presencia no parece ser grata aquí. Gracias, ya me retiro. — Dijo Sam, anotando todo, y dejó aquella vivienda.

‘‘Aquella mujer no parecía muy agradable. Además de que no le importó revelar toda esa información a un oficial. Esto podría ponerla en la lista de sospechosos y a la vez no.  Ni siquiera sé si de verdad ha sido una desaparición o algo incluso peor. ’’ Pensó Sam mientras se dirigía a su oficina.

Una vez ahí, organizó la información y fue a consultar a su jefe.

     — Bueno, según lo que he recolectado, no solo desapareció el niño; su padre también lo hizo. Y a su esposa no parece importarle lo ocurrido. — Le informó Sam.

     — Es algo sospechoso, pero aún no podemos afirmar nada. —Dijo. —Tienes que seguir investigando. —

     — Como ordene, señor. — Y se retiró.

Aquella misma noche, Sam volvió de mejor humor a su casa, encontrando a su esposa en la cocina, un pequeño espacio con gavetas de madera, fregadero y estufa. Podría definirse como el lugar más cálido de la casa, aunque actualmente se encontraba oscuro y frío.




— Hola, amor. – Dijo besando a Lillian en la mejilla con una sonrisa de oreja a oreja.
— Te noto más alegre. — Dijo Lillian, sonriendo de lado y alzando las cejas.
— Hay un nuevo caso. — Dijo Sam, revisando que su hijo no estuviese cerca. — Uno de los compañeros de Marco ha desaparecido junto con su padre. —
— ¿Y te alegras por eso? — Lillian se cruzó de brazos, poniendo un rostro severo. A veces se asemejaba mucho a una madre.
— Cariño, sabes que siempre me ha encantado resolver casos. Además de que no se ha confirmado si les ha pasado algo malo. – Y él se asemejaba a un niño.
— Bueno. — Lillian recuperó su aspecto dulce de siempre, y besó a Sam en los labios. — Espero que lo resuelvan  pronto. —
Al oír las voces, Marco entró a la cocina. Traía puesta su pijama con diseño de cohetes. Era su favorita.
— ¿Papi? — Se acercó mientras restregaba sus ojitos verdes con las manos.
— ¿Te desperté, campeón? — Preguntó Sam, sintiéndose culpable.
— Sí… — Dijo Marco, bostezando. Aquella respuesta fue como una bofetada para Sam.
— Qué sincero… — Murmuró, con los ojos entrecerrados. — Bueno, mañana tienes escuela, debes dormir. — Y tú. — Dijo mirando a Lillian.
— Ya voy, ya voy. — Dijo Lillian levantando las manos en señal de rendición, con una sonrisa juguetona.
‘‘Mañana será otro día’’ Pensó Sam, yéndose a dormir.
A la mañana siguiente, Sam despidió a su esposa e hijo y fue a su oficina.
— Samuel. — Lo llamó su jefe, entrando a su oficina. — Viendo cómo está el caso, no me parece bien que tengas tantas pausas a la hora de resolverlo. —
— Disculpe, señor. Le dedicaré más tiempo. — Dijo Sam.
— Bien. — Y se retiró.
— No sé cómo continuar. — Dijo Sam para sí mismo. —Tal vez deba volver a la casa de los Méndez. — Y fue, dispuesto a conseguir nueva información.
Se paró en la entrada de la casa, dispuesto a tocar el timbre, cuando escuchó una voz detrás de la puerta.
‘‘Esa es la voz de Anabel. ’’ Pensó, y pegó la oreja de la puerta para oír mejor.
— No es que me importe lo que les pase, pero hay un detective detrás de ustedes. Opino que deberían irse de Miami… Francis, es en serio. ¡No lo digo para que vuelvas conmigo! Si no me crees, allá tú. — Y se escuchó el sonido de un teléfono al colgarse.
‘‘Miami’’ Y lo anotó en su libreta, volviendo a la oficina. ‘‘¿Cómo los voy a encontrar? Es demasiado grande’’
Al volver al departamento, alguien lo llamó.
— ¡Samuel! — Ese era su jefe. — Hoy nos ha llegado una noticia. El número de identificación de un hombre no coincide con su nombre. Este hecho se dio en Miami. —
— ¿Miami? — Se sorprendió Sam. — ¡Podría estar relacionado con el caso 007! — Y le mostró su libreta.
— Excelente. — Dijo su jefe. — Mandaremos un equipo para allá. —
Al día siguiente, todos estuvieron esperando en el departamento, el equipo mandado a Miami regresa mostrándose agitado.
— Encontramos a la persona cuyo número de identificación no coincidía con su nombre. Se estaba hospedando en un hotel y estaba acompañado de un niño pequeño. — Dijo un policía, entrando al departamento acompañado de un hombre esposado y un niño con apariencia de estar confundido.
Al ver al niño, Sam lo reconoció inmediatamente; era el niño de la foto que estaba en el cuaderno de Michael.
— ¡Es él! — Dijo Sam, acercándose. — Michael Méndez. —
— Debemos interrogar a este hombre. — Dijo el jefe de Sam.
Sam sostuvo el brazo del hombre con esposas y lo llevó a un cuarto carente de iluminación, que tenía una mesa y una silla a cada lado de la misma.






 Lo obligó a sentarse y él se sentó en la otra silla.
— ¿Cuál es tu nombre? — Preguntó Sam.
— Jack Smith. — Dijo el hombre, mirando hacia abajo.
— ¡El real! — Insistió Sam, ya enojado.
— Francis Méndez. —
— Bien, Francis, ¿por qué lo hiciste? — Preguntó Sam, ahora más interesado, mientras apuntaba en su libreta.
— Esa mujer… ella no merece el amor de mi hijo. No se hace cargo de él ni por un momento, ¡no ayuda en nada! No puedo seguir manteniendo una fuente de gastos como esa.
— Ya veo. — Sam bajó la mirada, cuando el rostro angelical de Marco le llegó a la mente. — ¿Y no pensaste en cómo podría sentirse tu hijo? Lo alejaste de la única figura materna que tenía. —
— No… no había pensado en eso. — Lo ojos de Francis se humedecieron.
— Hemos terminado. — Dijo Sam, levantándose y saliendo de aquella oscura habitación.
Al salir de la habitación se encontró con un compañero policía.
— Encárguense de él. — Dijo, refiriéndose a Francis, y le pasó los apuntes.
Sam volvió a su oficina, aquella conversación le había revuelto el estómago.
Esa noche, al volver a su casa, su hijo lo recibió con un abrazo, el cual Sam correspondió con especial entusiasmo.
— ¡Hola, pequeño! — Dijo con una gran sonrisa. — Creo que Michael podrá asistir a la escuela muy pronto. Trátalo bien. —
— ¡Sí! — El rostro del pequeño se iluminó.
Sam fue a la cocina, donde encontró a su esposa, hermosa como siempre.
— Hola, cariño. — La saludó con un beso en los labios.
Aquella noche, Sam se sintió bien consigo mismo, pero a la vez estaba preocupado de cómo terminaría el caso. Por lo que esperó ansioso el día siguiente.
A la mañana siguiente, cuando Sam llegó al departamento, lo primero que hizo fue preguntar por el caso de Francis Méndez.
— Oh, ¿él? Le dieron libertad condicional. De hecho, aún no se ha ido, dice que quiere hablar contigo. Y se encuentra acompañado de su esposa. — Dijo su superior, y le señaló una puerta que estaba cerca. Sam fue hacia esa dirección, y al entrar por la puerta, se encontró con los rostros conocidos de Francis y Anabel.
— Hola. — Dijo Francis. — Bueno, quería agradecerte, me has abierto los ojos. Cuando volví a casa, hablé con mi hijo, y en aquella charla, él me contó cosas sobre Anabel que me hicieron arrepentirme de mi manera de verla. Hablé con ella, después de tanto tiempo, y sentí como el amor volvía a surgir entre nosotros. Es como si nunca se hubiese ido. — Y rodeó los hombros de Anabel con su brazo.
— El amor es algo misterioso. Y mucho más el de la familia, además de que es el más importante. No importa cuánto se peleen, el amor nunca se irá para la familia. Quiero que entiendan eso; la familia es una de las cosas más importantes en la vida. — Dijo Sam, observándolos con ternura. Aún eran una pareja joven e inexperta.
— Gracias, Sam. — Dijo Anabel, sonriéndole. Era tan brillante como las estrellas. Luego, ella y Francis salieron de la habitación, dejando solo a Sam.
‘‘Todos deberíamos adoptar esta forma de pensar. Hasta yo. ’’ Pensó Sam. ‘‘¿Y ustedes, lectores?’’


Fin.






-Un cambio.


“Esta es la historia de Saisha, una joven de pelo rizado, ojos mieles, con algunas pecas y piel canela, es algo tímida, ama la lectura y es muy introvertida; a esta, su hermano mayor Dylan, el cual es alto, delgado, pelinegro y tiene un carácter muy fuerte, se enoja demasiado rápido, le hace creer que no tiene derechos y maltrata física y verbalmente, porque la culpa por la muerte de sus padres.”


*La historia está narrada desde la perspectiva de Saisha*




Por: Amaia Amparo




Un cambio



Me encontraba sentada bajo mi árbol preferido leyendo; estaba intentando descansar de mi vida, en serio que no quería llegar a esa casa. Porque mi hermano Dylan está ahí. Dylan es amargado y violento. Él hace de mi vida un infierno cada vez que estoy cerca, y de verdad que no quiero seguir con esa vida.

Luego de unos quince o veinte minutos decidí parar de leer y mirar la hora, encontrándome con la sorpresa de que eran las 7:05 PM, o sea que me pase de tiempo establecido para llegar a la casa. Me levanté lo más rápido que pude y salí corriendo hacia mi casa. Mientras corría choqué con alguien y caí. Al levantar la mirada pude ver unos hermosos ojos azules que me miraban con ternura. Cuando salí de mi trance me puse de pies. En ese momento, aquel chico de intensa mirada se agacho para que recoger mis libros, al percatarme de eso me agache y los recogí, le agradecí y me fui.
Al llegar a mi casa Dylan me grito e insulto diciendo:

- ¡NO TIENES DERECHO ALGUNO PARA LLEGAR TAN TARDE A ESTA CASA! ¡¿QUIEN CREES QUE ERES?!- 

Luego de sus gritos sentí un ardor en mi mejilla, si, Dylan me había dado una bofetada, y como era costumbre, bajé mi cabeza y subí a mi cuarto, luego de eso Dylan no me hizo nada más.


Traté de dormir toda la noche, pero se me hizo prácticamente imposible pues esa hermosa mirada no salía de mi mente interrumpiéndome cada vez que cerraba los ojos.





Al día siguiente me desperté gracias a que Dylan me echo un vaso de agua encima mientras me gritaba que estaba tarde y que aún no le preparaba su desayuno. Me levante de la cama, me bañe y vestí con un suéter fucsia, una falda negra, mis converse, me hice una cola como pude y tome mi mochila.

Bajé las escaleras, entre a la cocina y empecé con el desayuno de Dylan. Decidí hacerle un sándwich de pavo y un jugo de fresa. Cuando termine coloque su desayuno en la mesa y como aun no bajaba decidí servirme jugo en un termo, tomar una manzana e irme al politécnico. Al llegar al politécnico me dirigí a mi salón de clases, cuando llegue aún faltaban unos minutos para que la clase empezara, los cuales aproveche para leer.

Minutos más tarde, inicio la clase, guardé el libro y empecé a prestar atención. Luego, en la mitad de la clase alguien interrumpió abriendo bruscamente la puerta, todos dirigimos la mirada hacia aquel lugar y cuando pude ver bien a la persona me percaté de algo… Si, era aquel chico de mirada intensa, el mismo que no me dejo dormir.

El chico parecía haber corrido un maratón, estaba sudado y muy, en serio, MUY agitado. La maestra lo miro y le cuestionó:

- ¿Nuevo verdad? - A lo que el chico asintió. - Okey, ve, toma asiento, y preste atención jovencito. - Dijo y se dio la vuelta para seguir escribiendo en el pizarrón.

Y como si la vida estuviera en mi contra, había un asiento a mi lado que el chico no demoró en ocupar. Obviamente no le puse mucho caso, fue difícil, pero lo logre.

El día había transcurrido normal hasta la hora de almuerzo, que como de costumbre me senté bajo mi árbol favorito a escuchar música. Todo iba bien hasta que ese chico se sentó a mi lado, me quite mis audífonos y pregunté.

- ¿Se te ofrece algo, Rubio? - Dije ya algo fastidiada.
-La verdad, algo en ti me llama la atención, me gustaría conocerte, saber que hay bajo esa mascara, quiero saber quién eres en verdad. – Dijo sin una pizca de gracia en sus ojos. – En serio, quiero conocerte Pecas.

-Lo siento, pero no puedo hablar con extraños. - Dije tratando de evitarlo.

-Oh, okey, me llamo Nicholas o Nick, como quieras decirme Linda. – Dijo de forma coqueta y guiñándome el ojo. - ¿Y tú? – Dijo extendiendo su mano.

-Saisha… Saisha Smith. – Contesté y algo dudosa estreche mi mano.

-Un gusto Saisha. – Contesto besando mi mano, para luego soltarla, se puso de pie, me levanto y dijo. – Ahora que no somos extraños… ¿Te animas a salir conmigo? –

- ¡¿AHORA!? ¡¿ESTAS LOCO?!- Grite sorprendida por su repentina propuesta.

-Un poco si, ¿Vienes o no? – Dijo mirándome con ojitos “tiernos”.

-Mmmmm…bueno, no tengo nada que perder, así que vamos. –Dije recogiendo mis cosas, hasta que se me paso algo por la mente. - Nick… ¿A dónde vamos?

-Pues… se me antoja un helado, ¿Qué tal? – Dijo. Sentí mis ojos iluminarse, de la emoción di saltitos mientras asentía rápidamente. – Wow, no pensé que te iba a emocionar tanto la idea, bueno no perdamos más tiempo Linda. – Dijo y comenzamos a caminar hacia un auto negro, muy lindo, por cierto, me abrió la puerta del auto y la cerro cuando estuve dentro, se dirigió hacia su asiento, luego de eso partimos.

Al llegar a la heladería recordé cuando era pequeña y no pude evitar comentarlo.

-Solía venir a este lugar con mis padres y mi hermano. - Dije con cierta tristeza en mi voz.

- ¿Por qué ya no vienen? - Cuestionó Nick muy curioso.
-Mis padres murieron Nick. –Dije con mis ojos llenos de lágrimas.
-Ay Saisha… Perdón, N-no lo sabía. –Dijo sintiéndose culpable. – Soy un idiota, debería dejar de indagar tanto…

-No importa, no lo sabias. –Dije intentando consolarlo.
         -En serio lo lamento. - Tan pronto termino de decirlo me abrazo… y en ese momento sentí como si mi mundo se rompiera y rompí a llorar, en ese momento me descargue, fue como si se me hubiera ido un peso de mis hombros.

Luego de desahogarme Nick tomo mi mano y salimos a caminar, llegamos a una pequeña colina, subimos y nos sentamos ahí.

Estando ahí sentados me fije en Nicholas, era rubio, de ojos azules, era lindo, su tono de piel era pálido, era amable, empático, atento, dulce, según yo, tiene todas esas cualidades que una niña quiere que tenga su príncipe azul.

Ya cuando estuve más calmada, Nick decidió calmar su curiosidad.
-A ver Linda, ¿Qué escondes? Cuéntame Saisha. - Me cuestionó Nick.
- ¿Yo? No escondo nada, simplemente me gusta tener cara de perro para que no molesten mucho. – Dije con simpleza y sin mucho ánimo.

-Okey (¿?). – Luego, siguió haciéndome preguntas cada vez más personales. Cuando iba a hacer la última pregunta lo interrumpí diciendo.

-¡¡¡ESPERA, SON LAS 6:49 PM Y DEBO ESTAR EN MI CASA ANTES DE LAS 7:00 PM!!! – Dije desesperada, en serio no quería problemas con Dylan.

-Bueno, vamos. – Dijo y empezamos a correr hacia la heladería para buscar el auto, desde que llegamos nos subimos y partimos hacia mi casa. Cuando llegamos a mi casa, le agradecí y entre.

Al entrar a la casa encontré todo hecho un desastre, mesas volcadas, jarrones rotos, fotos en suelo y no sé qué cosas más esparcidas en el suelo, sin nada que poder reclamar fui a buscar una escoba y una pala para poder limpiar el desastre que Dylan hizo en uno de sus arranques de ira.

Estaba casi terminando escuche unos pasos por la escalera, alce la mirada y vi a un Dylan muy furioso. Se acercó a mi de forma muy rápida, me tomo del cuello y me grito.

- ¡¿NO ENTENDISTE LA OTRA VEZ?! ¡¿QUE PARTE DE NO TIENES DERECHO A LLEGAR TARDE NO ENTIENDES?! ¡¿QUIEN ME IBA A HACER LA CENA SI NO LLEGABAS!? ¡INUTIL! – Luego de eso sentí su puño estamparse con mi ojo derecho, y ya no recuerdo nada más.


Me desperté adolorida y confundida, pues no recordaba porque estaba en el suelo, bueno, me levanté y subí para cambiarme. Cuando estuve fuera de la bañera me fijé en mi ojo derecho y en su nuevo tono morado, me vesti y maquille tratando de disimular el golpe.




Todo el día estuve ignorando a Nick, pero gracias a un descuido de mi parte me agarro saliendo del baño, intente zafarme, pero es obvio que él tiene más fuerza, cuando deje de forcejear, me miro a los ojos y dijo.

-Saisha, no sé qué rayos te hice, pero…- Se detuvo para examinar bien mi rostro, hasta que se fijó en mi hinchado ojo derecho. - Ah, ya sé porque me ignoraste, yo no te hice nada, el idiota de tu hermano si, ¿verdad? – Asentí. - Puedes denunciarlo por esto, el maltrato no está permitido, ¿Lo sabías? No debes dejar que él ni nadie te trate de esta forma, nadie tiene el poder de hacerte sentir menos, o al menos no deberían… Ven preciosa, vamos a dar una vuelta. – Tomó mi mano y salimos.
Cuando llegamos Nick hizo prácticamente todo, yo solamente di el nombre y la dirección.

-Okey, gracias por la información jóvenes, nosotros nos haremos cargo tan pronto sea posible. – Dijo amablemente aquel señor.

-Gracias a ustedes por escucharnos. – Dijo Nicholas sonriéndole al señor gordito que nos había atendido.

Al salir Nick me miró y me dijo una frase que nunca voy a olvidar:
No permitas que alguien te haga sentir que no vales, pues quien haga eso es porque no tiene valor alguno. 

Luego de que Nick me dijera todo lo que me iba a decir, me llevo a comer helado, mientras comíamos nuestros helados a Nick se le ocurrió dar una caminata. Cuando nos detuvimos alce la mirada y vi una biblioteca muy bonita a mi parecer.






 - ¿Qué hacemos aquí? - Le pregunte un poco emocionada.

-Pues como te gusta leer… Te traje para que aprendas de un tema que te va ayudar mucho en tu vida Linda. - Dijo contestando mi pregunta.

Pasamos toda la tarde ahí dentro, Nick me mostró un montón de cosas, aprendí sobre las mujeres de la historia, sobre mis derechos, sobre las feminazis y un sinfín de cosas más.

Además, entendí que no solo tengo deberes, como Dylan me hacía creer, sino que también tengo derechos y que debo defenderlos.

Desde entonces soy una combatiente de los derechos de la mujer, y he abierto los ojos de varias mujeres, claro, con la ayuda de mi nuevo mejor amigo Nicholas.
Si se preguntan por Dylan, tranquilos, está donde debe estar.

Fin.